Graduadxs hoy: Karina García (especial semana del ambiente)

Karina García es de la localidad bonaerense de Tres Arroyos, ubicada a 200 kilómetros de Tandil. Cursó estudios secundarios en esa ciudad y cuando llegó el momento de decidir qué camino seguir aparecían algunas ideas, biología o veterinaria, pero nada definitivo. Lo que sí apareció fue un espacio de información. Karina supo, no recuerda cómo, de unas jornadas de exhibición de carreras organizadas por una universidad que quedaba algo lejos de casa: era la UNICEN. Su espíritu determinado ya empezaba a mostrarse y le propuso a la directora de su secundario que viaje toda la división. De esa exposición, la atrapó un banner donde se presentaba la carrera de Licenciatura en Tecnología Ambiental -LTA– Siempre se acuerda “me quedó grabada la pregunta ‘¿Querés estudiar por qué se contamina el aire?’”. Ese disparador y dos horas de charla con el Dr. Martín Santiago le bastaron para diseñar un plan para su futuro próximo “me volví con los planes de estudio y me anoté”.

La aventura implicaba una mudanza y un gran sacrificio familiar para una familia de cuatro hijxs. Corría el año 2000, años de penuria económica y escasas posibilidades de previsibilidad. La complicidad con su mejor amiga Mariana Pereyra (hoy investigadora del Grupo LIBS, del IFAS) para dar ese paso fue la amortiguación emocional que necesitaba para dar el paso. 

Los primeros años de la carrera fueron duros. Karina recuerda que había alta deserción y migración a Gestión Ambiental (FCH). 2001 fue para ella el año crítico: “tanta física me estaba matando…me inscribí en Veterinaria, pero nunca arranque: seguía con muchas ganas de avanzar en la carrera”. 

Y avanzó. Durante el período 2003-2004, junto a José Gere (graduado de LTA), hicieron una pasantía en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en Ezeiza. Esta experiencia les dio la llave para acceder al título intermedio de Analista Universitario en Monitoreo del Ambiente. Y a un par de llaves más. Karina nos comparte “ahí conocimos a Néstor Bárbaro que en su momento tenía un proyecto con Roberto Gratton de emisiones de gases de Efecto Invernadero. Después de la pasantía nos llamaron para trabajar ahí y comenzamos”. 

Algunos años más tarde, ya cerrando su carrera, llegó el momento de redactar la tesis. Roberto Rubio, otra persona clave en la trayectoria de García, le comentó que en INTA Balcarce empezaban los primeros proyectos de medición de gases de efecto invernadero desde el suelo, que complementarían los que se estaban realizando en la Secretaría de Investigación de Ciencia y Técnica -SECAT- de la UNICEN, lugar donde ella daba sus primeros pasos como profesional. “A mi no me convencía Balcarce entonces surgió Rafaela (Santa Fe)…se estaban empezando a trabajar alternativas para tratamiento de efluentes de tambo, que coincidía con el tema que más me había gustado de la carrera, que era el tratamiento de efluentes líquidos”. Esa experiencia implicaba hacer las valijas por tres meses para empezar a evaluar un sistema de tratamiento de efluentes de tambo. 

Una Karina en el tramo final de su experiencia académica se animó al barro, literal. “Rafaela fue mi primer choque con la realidad…yo no tenía idea de campo y menos de tambo”. Este movimiento fue de impacto, según nos cuenta, “fui con un ojo demasiado crítico y estructurado..de la eficiencia de un sistema de tratamiento que aprendemos a esto había mucha distancia”. ¿Lo primero que aprendió? A poner la visión de campo, que no tenía de la carrera, aunque venía con un sólido bagaje de procesos controlados de laboratorio. 

Al terminar esa experiencia, retomó su trabajo en la SECAT junto a su equipo de trabajo, aunque solo pasaron dos meses hasta que llegó una propuesta para incorporarse al grupo de trabajo, en Rafaela. Esta vez 1000 kilómetros la distanciaban de su nuevo plan de futuro próximo. Todavía sin recibirse y con la escritura de su tesis pendiente, esa posibilidad le generaba dudas, pero algo la destrabó. 

Un 9 de abril de 2007 asumió ese plan como su vida futura. La desafiaba ver hasta dónde podía llegar porque significaba, según comparte “abrir un poco más la cabeza”. Fue con una mirada de investigadora a hacer ensayos, probar y buscar. Sobre esta experiencia nos explica que “mi función principal era asesorar a productores lecheros de la zona en el manejo de efluentes, tuve que viajar y recorrer tambos”, tarea que fue consolidándose hacia el diseño de sistemas de tratamiento, que le implicaba dibujar, diseñar y dimensionar. Fueron años de máximo aprendizaje para ella, de conocer el contexto poco a poco, en los que supo ponerse a la altura de productores experimentados para ganar progresivamente una sólida experiencia en la evaluación de sistemas de tratamientos de efluentes. En los tiempos en que no trabajaba, avanzaba en la escritura de sus tesis, con el beneficio de no cambiar de tema. Fueron días de esfuerzos que dieron sus frutos: con el fin de 2007 llegó la defensa del trabajo final de su carrera.