Alberto Somoza. Pasión por la física.

Docente, investigador, integrante del Instituto de Física de los Materiales – IFIMAT-, pionero del rumbo que tomó la carrera de física en la facultad post normalización de la UNICEN, uno de las mentes detrás del doctorado en física de esta casa de estudios, fanático del fútbol, el tango y oriundo de González Chavez, según dice: “La ciudad con la mayor densidad poblacional de fisicos del mundo. Hay seis en ocho mil habitantes”.

Bienvenidxs a una charla de muchas historias: la de la carrera en nuestra facultad y la personal de este docente comprometido con su desarrollo y consolidación. 

Cuando nos contactamos con Alberto Somoza, la motivación era desentrañar la efeméride del Día de lxs físicxs, que ocurre cada 7 de junio. No hay una razón aparente para explicar dicha conmemoración, por eso nos pareció oportuno acercarnos a quién conoce la disciplina desde adentro. Una de las inquietudes rectoras fue dialogar junto a él sobre cómo entiende la física. Iniciando la charla nos compartió su mirada: “La física es una ciencia experimental que consiste en observar fenómenos de la naturaleza e interpretarlos de la mejor manera posible, por lo cual existe la capacidad de observación”. Después de años de transitar este campo, de investigarlo y de compartirlo con sus estudiantes y colegas, nos relató cómo pueden interpretarse estos fenómenos y la manera de abordarlos: “vos en física estudias problemas y después usas distintas técnicas para estudiar ese problema, pero la usas en un rango”. En su caso, la técnica principal que utilizó a lo largo de los años, fue una técnica nuclear que permite ver a nivel de tamaño del átomo aunque, tal como nos compartió, cuando se trata de fenómenos complejos, una sola técnica no alcanza y ahí es donde las fronteras se vuelven permeables. En el campo de la investigación experimental, que conoce tras años de recorrerla, se vuelve deseable diversificar. Somoza explica que: “Cuando uno hace experimentos, tiene que usar una batería de técnicas […] entonces aparecen las líneas de investigación en colaboración con distintos grupos, además de las líneas propias”. 

Con los materiales hasta Marte.

Desde el IFIMAT, con el trabajo en Física de los materiales a lo largo de los años y los proyectos realizados, tuvo la posibilidad de conocer y experimentar diferentes aplicaciones que le han mejorado la vida a la gente de a pie de manera sustancial. Es por eso que otro de los disparadores para este diálogo fue conocer el impacto en la cotidianeidad de la investigación en física de los materiales. En este punto, Somoza tiene que ir hacia atrás para historizar su camino de investigación: “Empezamos estudiando materiales comerciales utilizados comúnmente en la industria automotriz, derivamos a la industria aeronáutica y terminamos estudiando -en 2009- materiales que sirven como aislantes térmicos, que se usaron en los primeros rover que exploraron marte”. También nos acercó otras líneas que trabajan sus colegas, como Ricardo Romero que se aboca a las aleaciones con memoria de forma, muy usadas en las prótesis. Capítulo aparte es el estudio de polímeros, lo que incluye desde cauchos -es decir, gomas-, a polímeros biodegradables o ecopolímeros, fundamentales para evitar el problema de la contaminación. 

En la actualidad, la investigación no se detiene. Somoza explica: “Hoy en día estamos estudiando óxidos semiconductores que tienen propiedades funcionales junto a equipos de Brasil y de España. Son materiales que se adaptan a determinadas necesidades, tienen propiedades antibacterianas y pueden ser usados potencialmente como materiales que pueden tener propiedades contra virus como el covid”. De su relato, se desprende lo significativo de la aplicación de los conocimientos científicos en esto de mejorarle la vida a las personas. En este sentido, y aplicado al estudio de los materiales, los desafíos de la investigación, luego de tantos años de trabajo, siguen apareciendo. Para Alberto: “El material funcional es el gran desafío, pero eso ha producido revoluciones por ejemplo en la odontología…uno no se imagina la odontología actual si no existieran los nuevos materiales como los biocompatibles utilizados en implantes, los protectores bucales contra el bruxismo que son polímeros, la luz ultravioleta que te ponen al arreglarte una carie que hace que el polímero tome unas propiedades mecánicas que son las adecuadas para soportar la fuerza que hace la mandíbula”.

Comienzos.

El relato del investigador transmite un recorrido prolífico. Sin embargo, y como reza el dicho popular, “Roma no se construyó en un día”. Esta historia comenzó en 1978. En aquel entonces, Somoza cursaba el segundo año de Ingeniería de Sistemas. Un docente le hizo el comentario “dedíquese a la física” y la invitación a ser ayudante de cátedra de una de las materias de la por entonces Licenciatura en Ciencias Físicomatemáticas hizo el resto: así inició su carrera en esta disciplina. 

Eran tiempos de docentes viajeros y esta carrera no fue la excepción. Cuando estaba ingresando a tercer año, con la llegada de un prestigioso catedrático de la Universidad Nacional de la Plata, se formalizó el por entonces nombrado departamento de Física y Ciencias de la Tierra. Para ese entonces, ya habían egresadxs: la primera había sido Maria Delia Aycieriex, quien años más tarde asumiría como decana de la Facultad. Las vueltas de la vida hicieron que coincidieran trabajando en el IFIMAT y que luego Alberto le dirigiera su tesis doctoral.  

Somoza y sus colegas se doctoraron fuera de la ciudad, en La Plata algunos, Bariloche otros. En el ‘87 se embarcó en otra aventura académica, transoceánica esta vez. Su formación postdoctoral la realizó en el Politécnico de Milán. Regresó al país en los turbulentos ‘89. Ni el canto de sirenas de sus colegas italianos, ni la brutal crisis socioeconómica del momento lo hicieron cambiar de opinión. Una vez más eligió quedarse en el país y apostar a crecer acá. En el ‘93 volvió a Milán, como profesor del Doctorado,  luego tuvo experiencias de trabajo en otros países tales como Estados Unidos. Pero el compromiso institucional, para él y sus colegas, siempre fue más fuerte: “El cien por ciento de los investigadores que nos fuimos al exterior, volvimos”.

Hacer ciencia a como dé lugar.

En el ‘89, las certezas escaseaban. Si bien estaba todo por hacer, la decisión de cómo continuar no era evidente. En esas encrucijadas, y en la vida de Somoza, la grupalidad, el trabajo conjunto, aparecen como un orientador. Fue entonces que se juntaron con su compañero de carrera, Ricardo Romero y decidieron avanzar. Según relata: “En ese momento en nuestro laboratorio teníamos un solo equipo. Sin embargo hacíamos ciencia…uno nunca se tiene que escudar en que por no tener el laboratorio ideal no puede hacer ciencia. La ciencia es ciencia o no es ciencia.” Esta escasez, por decirlo de algún modo, no resultó un impedimento para perseverar. Trabajaban con lo que tenían, creaban, intentaban. En ese momento, sembraron las semillas de modalidades de trabajo que se continuarían años después. Así lo recuerda: “Trabajábamos con una técnica nuclear con la cual obteníamos espectros cada 12 horas…entonces a las 4am iba de mi casa a Chacabuco 653 donde en la parte de atrás de una casa vieja, al lado de una tintorería, había un laboratorio con planchones y estaba el primer equipo de espectroscopia de aniquilación de positrones (PAS)”. Para conformar el IFIMAT Somoza y Romero se aliaron también con Hugo Palacio. Habían salido de la cáscara, no tenían el equipamiento que querían. Sin embargo, eso no los detuvo, “nos encontramos con que podíamos hacer física igual”.

Naves insignias.

En la conformación de la disciplina de física en la facultad intervinieron docentes investigadores de diferentes procedencias. Durante la formación de grado como físico de Somoza, docentes investigadorxs provenientes de los polos académicos más importantes del país, predominantemente La Plata y Buenos Aires, viajaban a Tandil para formar recursos humanos y, por ello, hubieron numerosas incorporaciones a la facultad de investigadorxs de esas localidades. Años más tarde, en el ‘86, durante el período de normalización de la Universidad luego de la dictadura cívico militar, lxs profesorxs docentes tuvieron que concursar sus cargos y el departamento de física no fue la excepción. Para ello, se trajeron los mejores jurados de La Plata y de Buenos Aires y se concursó con un orden de mérito único. Cuenta Somoza: “Ahí concursamos todos y comenzó nuestra carrera”.

La normalización de la UNICEN evidenció el proceso de repatriación de aquellas personas que habían tenido que exiliarse durante la mencionada dictadura. Somoza relata que esto impactó también en Física y que producto de dicho regreso, muchas de aquellas personas fueron las que a la postre formaron, según sus dichos: “Esta prestigiosísima carrera, doctorado y demás”. Esto fue acompañado por una decisión institucional que Alberto recalca: “Hubo una política de la universidad, de la facultad, que imaginó las áreas fuertes de investigación en exactas, veterinaria, humanas”.

Parte fundamental de la construcción de la carrera de física en la facultad, fueron personas que Somoza denomina “naves insignia”, es decir, que marcaron el camino de consolidación tanto de la carrera como de lxs egresadxs de nuestra facultad. Entre ellxs, todxs doctoradxs en la Universidad Nacional de la Plata, destaca a Oscar Di Rocco y a Graciela Bertucelli que trabajaban en láser, a Hugo Palacio y a Olga Garbellini que años más tarde conformaron el primer laboratorio que trabajó en metales y también a Daniela Bertucelli, que se dedicó a la óptica. En el discurso de Somoza, que se vuelve emotivo, Oscar Di Rocco resultaba un modelo a seguir, además de un pionero de la formación en el extranjero. “Oscar fue de los primeros en irse en el ‘81, el que marcaba el norte, no porque trabajaramos en el mismo tema, sino porque era el que había llegado más lejos y nosotros queríamos seguir su camino”. Dentro de este grupo de investigadorxs clave para la disciplina en la facultad, también figura Roberto Gratton. Si bien vino de Buenos Aires y trajo consigo un grupo de trabajo que regresaron a dicha ciudad, dos de sus discípulos, Luis Thomas y Javier Diez continuaron con su legado. 

El departamento de Ciencias Físicas y Ambientales presenta una particularidad. Según Somoza: “El 90% son actividades experimentales cuando comúnmente son como máximo el 50%, porque es caro y te causa dolores de cabeza cuando los equipos se rompen, por los costos que supone repararlos”. De identificar un año en que este se fortaleció, Somoza elige el ‘88, cuando se creó el Doctorado en Física. Esto resultó un parteaguas para la disciplina en la facultad porque los recursos humanos empezaron a formarse en esta institución. Para instrumentarlo, pusieron en funcionamiento una comisión que estaba integrada por Roberto Gratton, Hugo Palacio y Alberto Somoza. Este último recuerda que: “Se hizo un reglamento de doctorado que fuera exigente, hasta más que el del Balseiro, para evitar que cayeran paracaidistas o que fuera un doctorado de segunda”. El resultado fue un doctorado muy bueno aunque, como reconoce, no se puede cubrir toda la física. Las temáticas que si se abarcan fueron definiciones de aquel momento y no es casual que estén emparentadas con los trabajos de las “naves insignias”: una línea vinculada al láser, una a los metales dada la tradición tandilense en la industria metalmecánica y, con la llegada de Gratton, física del plasma derivó en mecánica de fluidos.

Física de calidad.

Ciertamente hay temáticas que no se abarcan, y aún así el doctorado mantiene su calidad. Si quienes egresan le piden opinión, Somoza hace gala de su orgullo por la propuesta, y destaca sus puntos fuertes: “Cuando manifiestan querer doctorarse en otros lados, les sugiero que lo hagan acá, salvo que quieran trabajar en temas que no se trabajan”. Aunque también insiste en que una vez completada la formación doctoral, quienes tengan la inquietud salgan, y eso no implica el extranjero, sino moverse del lugar de trabajo, hacerlo con otra gente. Según lo que ha vivido: “Tampoco está demasiado bueno que la gente no salga y vea el mundo […] le va a servir para darse cuenta dónde está y si donde está es un buen lugar -o no- y qué nivel tiene”.

El mensaje para quienés van en camino a tomar la posta es exigente e inspirador, algo emparentado con su propia historia. Como palabras finales nos comparte: “Quien hace ciencia no puede dejar de ser ambicioso en el sentido de querer mejorar, y para querer mejorar hay que abrirse al mundo”.